Todos a lo largo de nuestra vida nos hemos fijado diferentes propósitos y hemos luchado por alcanzarlos.
Mejorar nuestra salud, hacer ejercicio, tener un mejor empleo, administrar nuestro tiempo, son, de alguna forma metas que en más de una ocasión nos hemos propuesto. Es así como cada vez que deseamos lograr algo, establecemos un objetivo.
Quizá te sorprenda darte cuenta cuántas realidades estás viviendo hoy que algún día sólo fueron un sueño y probablemente te preguntes por qué hay otras metas que aún no has realizado. Entonces ¿Cuál es la diferencia que hace esta diferencia?
O’Connor y Seymour (1990) afirman que las personas exitosas son aquellas que comienzan con elegir lo que desean de manera específica, aumentando con esto la seguridad de alcanzarlo. Y dentro del campo de la Educación, en la relación maestro-alumno, estos mismos autores (1994), distinguen dos clases de objetivos: Los objetivos finales y los objetivos de proceso. Los primeros se refieren a aquellos que se quiere alcanzar y los segundos al proceso que se llevará para alcanzarlos o al cómo es que se alcanzarán.
En el contexto educativo establecer estos objetivos es sumamente valioso pues proporciona al maestro dirección sobre lo que desea lograr y cómo realizarlo, pudiendo enfocarse en:
1) Un alumno en particular
2) Un grupo
3) Hacia él mismo
La Programación Neurolingüística te propone una serie de alternativas o pasos -que quizá ya conozcas- para planear tus objetivos finales y de proceso. Pero si para ti es tu primer contacto con la PNL, te los presento de manera sintetizada:
1) Redacta tu objetivo en forma positiva. Esto se refiere a que te plantees lo que SI deseas para que tu cerebro empiece a tener una dirección exacta de hacia dónde SI te vas a dirigir y empieces a hacer una imagen sobre lo que deseas.
Ejemplo de redacción en forma negativa: “Ya no me pondré nervioso en la junta directiva”
Ejemplo de redacción en forma positiva: “En la junta directiva estaré relajado”
2) Cuida que el objetivo esté bajo tu control. Es decir, asegúrate de que el logro de tu objetivo, dependa solamente de ti. Es común que en ocasiones planteemos un objetivo con base a lo que deseamos que los demás logren y tener control de esta situación no es posible.
Ejemplo de un objetivo redactado con base a lo que espero que los demás hagan: “Lograré que mis alumnos suban su promedio en inglés este mes”
Ejemplo de un objetivo redactado más adecuadamente: “Este mes utilizaré la técnica “x” para facilitar la comprensión de mis alumnos en la adquisición del nuevo vocabulario, favoreciendo con esto que puedan subir su promedio”
3) Piensa en el objetivo de forma específica. Una vez que te aseguraste de que esté en términos positivos y que esté bajo tu control determina: ¿Qué deseas exactamente? ¿Para qué lo deseas lograr? ¿Cuándo? ¿Con quién?, ¿Dónde? ¿Cómo te vas a dar cuenta de que lo estás logrando y de que lo lograste completamente? ¿Cómo lo harías?
4) Determina Recursos. Piensa con cuáles recursos internos y externos cuentas para lograr tu objetivo y cuáles necesitas generar.
Internos: habilidades específicas o estados positivos.
Externos: cosas del ambiente que puedes emplear o ayuda que puedes solicitar.
5) Cuida el tamaño del objetivo. Si es grande, divídelo en sub-objetivos. Si es poco motivador (obligatorio), encuentra los beneficios que obtendrás como resultado.
6) Checa la ecología. Considera el costo/beneficio de alcanzarlo y haz ajustes de ser necesario. Tu objetivo debe estar en armonía contigo mismo y con las personas que te rodean.
7) Primer paso. ¿Por dónde empezarías?
El uso de la Especificación de Objetivos en el contexto educativo, constituye una herramienta poderosa para desarrollar actitudes y habilidades para ti como maestro y favorecer la relación con tus alumnos.
¡Mucho éxito y hasta pronto!
Mónica Esquinca
Psicoterapeuta, Escritora.
Life & Business Coach.
